12 jun 2009

Relatos que no terminan

¿Hasta dónde puede la mente llegar?
Si nos encontramos en una parada de bus, apuesto que no paran las ideas de pasar por los ojos de una manera interna, incluso uno se queda ido viendo algo... pero en realidad, ¿qué será lo que estábamos pensando, dónde estábamos realmente?

Estaba observando la gente pasar y de repente reconocí que absolutamente todas las personas que pasaban, estaban definitivamente pensando en algo, ya sea que lo estaban comunicando o no.

Conversar con alguien es maravilloso, uno llega a descubrir algunas cosas de la persona, o simplemente conocerla un poquito más, hasta puede ser de un tema que no necesite de relatos personales, pero sea lo que sea, es bello practicar esto. Se puede hacer con uno mismo, no hace ni falta de verse al espejo, pero he descubierto que no es lo mismo, hay algo que no calza, hasta la voz se cansa más... es tal vez esa esencia de sentir la existencia de alguien pensante que cruza palabras que provienen de pensamientos quizás bien parecidos a los propios, esa es la gran diferencia.

A las personas puede que también les guste conversar con alguien porque no sólo se está creando un entrecruzamiento de conceptos, sino que hay además sonidos: el escuchar una voz distinta, el observar gestos, el reír o llorar con alguien, el ver el producto de la acción con cada palabra que se comenta, incluso ver las facciones, la dirección hacia donde van los ojos cuando la persona está pensando o analizando lo que dijo o lo que va a decir... esos pequeños detalles que llenan más de lo que uno se imagina.
Además, cuando uno termina de platicar con alguien, si la conversación fue un éxito (no siempre esto es necesario), uno se siente bien, un tanto desahogado e inclusive, hasta con más conocimiento y fortaleza del alma que antes. Como dije, es maravilloso.

Todos poseemos muchísimas historias que guardamos todo el tiempo en una especie de bolsa donde se sitúa la memoria dentro de esa "caja" a la que llamamos cerebro, que tiene un poder increíble el cual no conocemos en su totalidad por el momento. Estamos llenos de relatos que cuando contamos, siempre transcurren a otros y otros eventos, hasta se mezclan con relatos parecidos que han vivido los demás. La vida simplemente es un momento, no un cuadrante determinado por el tiempo y el espacio, sino, es una masa de relatos continuos que algunos se vuelven ciclos, algunos no terminan, y eso es demasiado bonito. Ni uno mismo conoce a la perfección su propio relato.

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