25 dic 2008

Dígame usted

Uno, dos, tres,
pum, pum, pum,
la mente está oscura dentro de una burbuja musical,
orgasmo personal.
Retumban las paredes de la imaginación
y un Ohm entra con discreción a danzar por todo el salón espiritual.
Una inyección de ondas que penetran en lo profundo del beat de los latidos del corazón.
Esa distorsión y la vista nublada de tanta energía y pasión cerebral.
Los oídos se conectan con las neuronas de la mágica celebración.
Cada sonido es una oración de bendición,
fortalecen toda vibra del alma.
La luz y los objetos se vuelven tan... ellos,
místicos y difíciles de explicar.
El bajo me llega a los pulmones,
el resonar en mi caja mental me convierte en una pluma por el compás de los sentidos.
Todo se siente tan liviano, tan puro.
Se siente como uno estuviese drogado.
Todo lo puedo saborear con sólo observarlo
y todo lo que escucho, lo siento.
Los pensamientos se me transportan por una espiral llena de mezclas afrodisiacas,
sin principio ni fin,
una amalgama de ideas que saltan en son del ritmo de las distintas dimensiones.
Lo más intenso es que se pueda comunicar la experiencia
pero jamás con el mismo calibre de la persona que lo emite.
Sólo se abre la imaginación de las experiencias
a punto de ser abiertas para ser sentidas,
pero en realidad todo actúa como una especie de viaje por entre
lava subterránea en medio de coágulos de sangre que transportan el ser
al espacio lleno de estrellas y cometas danzantes desafiando la física
de que en el vacío no se propaga el sonido.
El humo con distintos aromas exóticos se consume en enredaderas de flores azules
con un movimiento similar al de una serpiente,
el cuerpo se paraliza, pero todos lo vivimos distinto.
Mi azul puede que sea su rojo o mi círculo puede que sea su cuadrado,
todo se vuelve tan interesante, ¿usted no lo ve así?
Las bellezas del arte, las rayas y los aspectos viscosos que se mezclan con las notas musicales,
muy bonito.
Es como sentir una carrera de emociones y de pronto toda esa acción
se deshace en pura desesperación por nada...
Que confuso, ¿verdad?
No, no lo es, una vez que uno así lo ve, lo vive, cambia.
Los números desaparecen y los deseos son como mariposas
dentro de una nave espacial de colores imitando una melcocha navideña,
donde la música es quien crea todo el paisaje.
Le salen pies a las canciones y nos hacen cosquillas hasta que las invitamos
a soñar al mundo paralelo de nuestra vida.
Y todo siempre se vuelve un ciclo... sin fin,
pero cada vez más sabroso.
Con un poco de alma prestada en el clímax del sentir,
se goza el recorrido verde del beat musical que nos envuelve en árboles
y bosques donde los hongos dominan el lugar y uno sólo se sienta
con una flor en la mano a contemplar del quién salimos,
de quién somos hijos.
Y de repente seguimos caminando por las estelas del suelo gelatinoso
del órgano que recubre nuestro cráneo.
Un masaje corporal, un beso que se une carnalmente
a la punta del corazón del rey del espíritu,
amigo de libélulas y poderes mentales,
el deber llama y todo es tan extraño.
Ahora sí se mezcló todo en el té,
ya no sabe a flor, ni a miel,
sino a café, porque renació de los pies de quien danza descalzo en la tierra,
pisando el humus del sol.
Las texturas se vuelven tibias y los ojos arden de tanto limón
que se salpicó de una piscina de alcohol.
Quizás una ida a la playa,
el paraíso de la creatividad, quizás nada sea así,
quizás usted es quien me cuenta lo que sucede cuando comienza su ritual personal.
Esta música, esta noche, me despiertan las manos y no sólo danzo
por arco iris en agujeros negros, sino que abren paso
a que me cubran de hojas secas que guardaban en el bote
con el que suelo hundirme por las corrientes del mar.
Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.
Ahora sí, ¿por dónde iba?

1 comentario:

Anónimo dijo...

ooh Diane le quedo genial el "Digame Usted" es lo que debo decir.